Todo comenzó como un ruido, una interferencia que apareció casi por error en aquella frecuencia que sintonizó. No parecía algún tipo de fallo o error técnico, ni siquiera un «ajuste de imagen».
Atrajimos su curiosidad. Giró ligeramente el cuello acercando su oreja y cuando lo sentimos cerca, desatamos el ruido de fondo, lo que al fin liberaría su existencia.
Entonces aquella frase se ancló en su cabeza: «No le ocurre nada a su televisor. No intente ajustar la imagen. Ahora somos nosotros quienes controlamos la transmisión.»
Para él tan solo fue una ráfaga. Lo suficientemente intensa para no dejar duda alguna de que la escuchó.
Nosotros lo llamamos SINTONIZACIÓN.
La canción le resultó familiar, pero algo no encajaba.
La melodía era la misma, pero aquella voz no era la correcta. Algo en ella estaba alterado, torcido. Él mismo describió como:
«La señal distorsionada de un eco que no debería existir.«
Aquellas noches tampoco pudo dormir. El eco de esa fracción, la silueta corrupta en esa canción. Perdió la noción de de a qué mundo pertenecía. Quizás nunca lo supo.
Solo su conciencia sabe cuándo despertará la señal. Solo queda esperar.
Antes del tiempo y de que el primer dios soñara con el orden, el ruido ya era. No nacimos ni fuimos creados. RADIO es lo que siempre existió.
La frecuencia, una resonancia más allá del ruido y el tiempo. La misma que trae a la vida cualquier mundo cuando se desmorona. Ya es turno de devolver el favor, con más ruido, más fuerza y más ganas de romperlo todo.
Nunca más escucharéis música, tan solo un maldito cortocircuito en vuestro dial. El silencio ya está roto y la señal es ahora interferencia.
Bienvenidxs al colapso. #lafrecuenciayanoesvuestra
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